
He estado recientemente escribiendo un libro acerca del intrigante hecho que dos personas de completamente diferentes partes del mundo, con culturas separadas frecuentemente pueden estar en sintonía, mejor conectadas, en la misma frecuencia que dos hermanos. Hay mucho que puede ser ganado cuando uno invita y busca la posibilidad de conexión cuando conoce distintas personas, porque el mundo es un lugar más pequeño, un lugar más interconectado de lo que muchos pueden imaginarse.
La noticia de la reciente muerte de Sir John Whitmore, uno de los padres del coaching, me llevó a reflexionar sobre la primera vez que comí con él. Me pregunto cuáles eran mis planes para el fin de semana, su pregunta invitaba a las posibilidades y su reacción por mi respuesta, fue un instante de serendipia que nos alcanzó. Pareció que descubrimos que habíamos estado conectados de muchas más formas de las que hubiéramos podido imaginar, más allá de los confines del coaching, entrando en los espacios de la familia, lugares e historia. Conversamos desde el mediodía hasta temprano por la noche, el almuerzo se transformó en la hora del té y luego en una bebida temprano por la noche. La amplitud y profundidad de nuestra conversación fue extraordinaria, fue en estado de “fluidez”, Mihaly Csikszentmihalyi habría entendido. Tuvimos la oportunidad de disfrutar de otros almuerzos, largas caminatas en la campiña acompañadas de maravillosas conversaciones y mucho tiempo compartido en un viaje de conferencia a la India.
Recuerdo asistir hace unos años a un evento de coaching, promocionado como una demostración de coaching por parte de John. Para el momento en que John había terminado, algunos coach recientemente entrenados que tenían la expectativa de ver “Cómo hacer coaching” se sentían confundidos acerca de lo que habían acabado de experimentar. Ciertamente no era una demostración de coaching. Lo que John había entregado fue una clase magistral que llevo a su audiencia más allá de la mecánica del coaching y mostró profundas reflexiones sobre nuestra humanidad y el extraordinario potencial dentro de cada persona. El conectó el coaching con contextos personales y globales, dejando a su audiencia con un mensaje profético llamando a la acción y el significativo valor que el coaching puede traer a la sociedad.
El mundo del coaching sería afortunado si alguna vez aparece otra persona con la posición de Sir John Whitmore, él fue un gigante de la profesión, aunque se refería con modestia acerca de ser considerado el padre del coaching y expresaba su interés para que otros dieran un paso adelante y lideraran los avances del coaching. Ahí está nuestro desafío ¿Qué vamos a hacer los coaches para afirmar y edificar sobre su legado?